viernes, 6 de julio de 2012

Un pequeño adiós


Las despedidas son difíciles.

Por tanto, lo mejor es no despedirse.

Para no tener que despedirnos tendríamos que no-irnos.

No irse significaría nunca haber llegado, pues del lugar adonde uno llega, algún día tiene uno que marcharse...

Sí, las despedidas son difíciles, pero nunca haber llegado lo es más. Es imposible, diría yo. Uno siempre está llegando. Otro siempre se está yendo. Uno que otro es el que se despide, y cierra el ciclo.

Cuando alguien llega a tu vida, se va y no se despide, te ata PARA SIEMPRE a sí. Queda inconcluso ese episodio. ¡Ah...! Es tan difícil despedirse, pero lo es más no hacerlo.

Hablando de despedidas, hoy yo decidí despedirme. No en sí de una persona, más bien de un fantasma que me acosaba. Me despedí de un rencor por aquella que fuera mi mejor amiga durante más de un año: amiga INSEPARABLE, a quien compartí mis secretos, mis inseguridades, mis "pecadillos" y demás. Le di todas las armas para destruirme, confiando en que en lugar de eso, ella decidiría amarme y protegerme aun de mí misma; y bueno, soy una romántica, y no he cambiado mi manera de pensar: que de eso se trata el amor en cualquier relación, para mi caso, en esta amistad. Y sin tener que contarles la historia, imaginan el desenlace...

Pues sí, se trató de una traición, de puñaladas silenciosas por la espalda, que un día derrumbaron el mundo a mi alrededor... Y no acepté la causa hasta que agoté todas las posibles e imposibles opciones, hasta que terceros me abrieron a la fuerza los ojos para que me diera cuenta que la que estaba más cerca de mí era "la causante de todas mis desgracias".

Suena exagerado, pero realmente se gestó y se concibió mucha maldad en mi contra en aquellos días de mi adolescencia. ¿Y por qué hablar de esto? Porque es cierto que las palabras sanan. Hablar sola nunca es síntoma de estar loca, sino de ser sabia -así lo dijo la mujer creadora de la 'monita esa' de Hablando Sola-, por eso tuve muchas -muchas realmente- horas de terapia escuchándome a mí misma, escuchando hasta el último residuo que hoy termina por filtrarse en este escrito. Hoy, precisamente hoy, yo me despedí de ese fantasma que inundaba mis pensamientos de deseos de venganza cada vez que la veía.

Cuesta trabajo despedirse de las personas, los momentos, de mascotas, de empleos; en fin, de cosas... Ya se deba esa dificultad por agradables memorias o insatisfactorias remembranzas, despedirse es difícil, pero es obligatorio para seguir.

Y terminando con un poquito de reflexión filosófica natural en un ser pensante, concluyo que la finalidad de toda persona en esta vida no es haber adquirido más que todos, más que nadie, sino irse con el equipaje más ligero que se pueda... Deshacerse precisamente de todo eso que uno adquirió mientras vivió, regresar como llegamos: en un estado de pureza.
Romántica, me dicen.

Sé feliz. :)


No hay comentarios:

Publicar un comentario